Es una realidad. Hay referencias de perros de presa, en Canarias, que datan del siglo XVI. Y es del todo posible (me atrevo a decir qué seguro) que estos perros se hallaran en estas islas desde mucho antes, desde los primeros tiempos de la conquista y colonización (hay sobrados documentos que nos hablan de ellos). Y es de suponer que se mantuvieran, debido al relativo aislamiento que padecían estas islas, con un índice de pureza racial indiscutiblemente elevado. ¿Pero eran los perros de presa canarios de esos siglos pasados una raza? A decir verdad nadie lo sabe, pero es de suponer que la población canina de presa, efectivamente, estuviera compuesta de individuos de características afines (desde su origen) en cuanto a fenotipo y genotipo. Sabemos de ejemplares supuestamente descendientes de aquellos presas antiguos, mas nada está claro.
Hay fotografías varias, de este siglo, y alguna, muy pocas, de finales del siglo pasado. Fotografías de perros tipo presa poco afines entre sí, producto de cruces tardíos la mayoría, no cabe duda. Hay perros de presa de manto bardino, de manto blanco, de manto leonado, y los hay manchados, y negros. Y algunos se distinguen por su aspecto físico (que los delata). Por ejemplo, el Quebrao, que fuera de don Polo Acosta (Tenerife) en sus años mozos. El Quebrao era un perro completamente blanco, de cabeza ahuevada, era hijo de Bullterrier y perra de presa de la tierra –según don Polo Acosta–, y nació allá por los años treinta. Es extraordinariamente importante, no el nombre o la fama del perro, sino el origen genético. La pureza racial no se da indefinidamente entre las especies animales domésticas. Sólo se da entre especies salvajes. El ser humano ha cruzado, siempre, especies afines, o no, buscando unos resultados muy concretos. El perro no ha escapado a esta realidad. Y el famoso Marruecos (Tenerife) era otro cruzado de Bullterrier y presa de la tierra (otra vez según don Polo Acosta). Y vaya uno a saber cuántos de los perros llamados presas de la tierra no serían individuos caninos producto de cruces, en primera o segunda generación. El Nilo, presa negro de don Polo Acosta, que echaron a pelear con el Mocho de cho Domingo Palma, en Las Raíces, era un cruzado de Gran Danés y presa de la tierra (también según don Polo Acosta). Y así tantos. Y es que el hombre ha sido siempre un inquieto incorregible. Ha cruzado buscando vacas más lecheras, ovejas más lecheras y de más carne y mejor, gallinas más ponedoras, y perros más resistentes y peleadores. Así ha sido el hombre en en su quehacer existencial en todas partes.
El concepto “raza”, en términos caninos, se lo debemos, según parece, a los británicos. En Gran Bretaña se organizaron (dicen) las primeras exposiciones caninas, agrupando a los individuos caninos por la función que desempeñaban. Los cazadores por un lado, y en función del tipo de caza que practicaban, los pastores por otro, los de presa por otro, etc. Hoy en día ya nadie puede permitirse el desafuero de concurrir a una exposición canina oficial con un mestizo. Ya sólo se habla de razas. Y sólo se venden ejemplares de raza y con pedigrí, y de calidad, ¡oiga!, luego la calidad es o no es. Digamos, pues, que a la pureza racial se ha llegado (o se llega) como se llega, con el tiempo, a ser aristócrata, de la irrelevancia, de la plebe, de la sangre no azul. Las razas caninas con pedigrí son, hoy, la aristocracia en el basto mundo canino, y los perros sin pedigrí, pues eso, los sin casta/raza. Claro que puede llegar el momento que, por obra y gracia del hombre, un buen número de individuos caninos puede ascender al grupo de los con raza/casta, de los con pedigrí. Y eso depende, claro está, de muchos factores, que no vamos a exponer por ser sobradamente conocidos por la afición. Hoy lo que más cuenta, en el mundo canino, es la rentabilidad. El romanticismo ya poco cuenta en este mundo. La rentabilidad está en función de la utilidad (o inutilidad) del grupo canino que sea.
Todavía hay quien no se ha percatado del asunto. Los perros cuentan hoy con dos interesados, fundamentalmente, que se pirran por sus huesos, por su pelo, por su afecto, por su cazar, por su correr, por su capacidad para aburrirse como ostras bobas en los pisos mientras sus amos trabajan en la oficina, en el taller, o en el jardín, en el que el césped, las plantitas, la tierra, tan cuidado todo…, están sólo para ser contemplados. Estos interesados a los que me refiero son, por un lado, los que los crían para venderlos, y por el otro los que los compran para tenerlos. Y están, claro que sí, los intermediarios. Vaya plaga ésta.
En Canarias al Perro de Presa Canario se le cruza desde tiempo ha, y nadie tiene por qué rasgarse las vestiduras por ello. A quienes parece no hacerles gracia los cruces (?) es a los miembros del Club Español del Perro de Presa Canario, que hablan, conferencian, escriben, dé recuperación de la raza. Estos muchachos me han salido listillos. Han comprendido que si dicen la verdad, o sea que sus perros son el producto de cruces varios recientes, nadie les va a comprar un cachorro, y encima la Sociedad Central Canina Española no les va a reconocer “su perrito”, tan auténtico, tan autóctono él, con el que esperan ganar mucho dinero y fama en un futuro (más que ahora todavía, mucho más).
¿Pero por qué me estaré metiendo otra vez con estos chicos? Bueno, pues… mira, esto es como un juego. A mí no me hace ninguna gracia que me mientan, que me engañen, que me timen vendiéndome un cachorro cualquiera como si de un Presa Canario auténtico se tratara, descendiente de los antiguos presas canarios. Y como esto es así me pongo en el lugar de la gente a la que tampoco le hace ni puñetera gracia que le timen y encima le “levanten” cuarenta o sesenta mil pesetas, que es como decir una nimiedad.
A estos muchachos del CEPPC les pediría que dieran la cara, como hace la gente bien educada, y dijeran: Pues sí, amigos todos, nuestros perros son el producto de cruces con razas foráneas que hemos llevado a cabo con toda nuestra buena fe esperando lograr un tipo de perro de presa lo más similar posible al tradicional canario, del que tan poco sabemos, y punto. Pero claro, volvemos a lo de antes, está el genotipo de por medio, y está el desautorizarse, así, a cambio de nada, o a cambio de perder las posibles ventas, como se ha dicho. Pero no se preocupen chicos, que a pesar de los pesares, a pesar de todo lo que ustedes digan, conferencien, escriban, todo, o casi todo el mundo sabe que los perros que ustedes crían y venden son producto de cruces varios con razas importadas. Eso a nivel insular, como dicen los castizos hoy. Lo malo es que fuera de estas fronteras insulares la inmensa mayoría de los aficionados no se ha enterado de semejante fraude, y eso es triste. Estoy seguro de que si esto aconteciera en otro país más al norte (bueno, no hubiera acontecido), la justicia hubiese metido mano en el asunto. Porque todo fraude es punible por la ley. Y aquí hay mucha peseta en juego. Créanme los que no se han parado a pensarlo.
Publicado por el autor en El Día el 27 de diciembre de 1987